No alcanza con curar la enfermedad...
Resumen
En la educación tradicional que recibimos en nuestra formación como médicos, aprendimos, dicho en forma sucinta, la constitución y funcionamiento del cuerpo humano, las afecciones que lo aquejan, las causas que las producen y los medios diagnósticos y terapéuticos a nuestro alcance para individualizarlas y contrarrestarlas.
Así, diploma en mano y torbellino en cuerpo, salimos de la Facultad a especializarnos unos y otros a ejercer directamente. Pero, salvo una escasísima minoría que ingresara a hospitales de elite, muchos de nosotros nos topamos con la realidad y comprendimos, con sinsabores, desilusiones y broncas mediante, que el concepto de salud era más amplio que el tratamiento de una enfermedad, que comprendía múltiples factores sociales y culturales que, en el mejor de los casos, sólo conocíamos en forma somera como noxas. Vimos y sentimos cómo se vive extramuros cuando el entorno nos golpeó la cara.
Aprendimos, bruscamente en alguna oportunidad, que lo que recetábamos jamás podría ser comprado, a consecuencia de lo cual, nuestra función no era completa; supimos que el padre de familia, sin trabajo, angustiado, se enferma mucho más; tratamos de variar hábitos nocivos profundamente arraigados en la población, al percatarnos de que eran la razón de más de la mitad de los padecimientos de las personas… En fin, nos tropezamos con un problema mucho más complejo y descubrimos que sólo afrontábamos, en ocasiones insuficientemente además, una porción menor del asunto. Podemos decir que curamos la mayor parte, pero excepcionalmente evitamos que la enfermedad se produzca.
Por ello, nuestra Asociación tuvo y tiene una decisión invariable, desde hace ya tiempo, que la llevó a involucrarse decididamente a procurar una sociedad más saludable. Las inequidades, la concentración de la riqueza, la corrupción, la inseguridad –por nombrar algunas viejas/nuevas pestes- y sus infaustas consecuencias, las necesidades básicas insatisfechas, son fuentes que enferman y matan a buena parte de nuestra población.
Es, entonces, mucho más extenso el campo que debemos cultivar para lograr una cosecha más productiva que la que tenemos ahora. Es claro que, para ello, deberemos adentrarnos en terrenos que nos eran poco conocidos y que no interpretábamos como propios de nuestra profesión. La extinción o mengua de esos factores agresivos para la gente cuya salud nos comprometimos a cuidar, tienen que ser nuestros nuevos nortes, ahora agregados, para cumplir más acabadamente con nuestro compromiso asumido al elegir nuestra carrera, excepcional por única y con un adicional de gratificación del que no gozan otras disciplinas.
Debemos por tanto, participar activamente en todo evento o acción que conduzca a mejorar las condiciones de vida a la que hacemos referencia precedentemente. Nada de esto nos es ajeno. Cuando nos ocupemos cabalmente de esta tarea, acentuaremos la confianza de la población y ratificaremos nuestra, ahora menoscabada, posición de referentes sociales.
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