Ciencia, Arte, la Publicación Científica y la gente.
Resumen
Se dice que la medicina es “ciencia y arte”. Estas palabras pueden sonar a un lugar común, pero también podemos considerarlas una síntesis de la problemática que hoy enfrentamos los médicos. Cada uno de estos enfoques ha dominado partes de la historia de la medicina. Ambas, ciencia y arte, han hecho su aporte a la mejoría de la salud de la población.
Por un lado, es innegable que las condiciones de salud de la población han mejorado. Los avances tecnológicos han aportado mucho al aumento de la expectativa de vida y la mejoría de la calidad de vida. Este aporte de la modernidad guiado por principios positivistas impulsó la explosión de la investigación en busca de verdades. El énfasis por conocer y comunicar ese conocimiento ha llevado a que las publicaciones se multipliquen. Como resultado, la abundancia de información lleva a la confusión, sobre todo, cuando sólo se la analiza superficialmente. En este sentido, esta presión de conocimiento la convierte en meros datos, acumulados enciclopédicamente que no contribuyen a mejorar la decisión de los médicos.
Recientemente, el movimiento de medicina basado en la evidencia aparece como una herramienta para que los profesionales de la salud podamos acceder en forma más sencilla a la información y disponerla en razón de la necesidad que surge de la práctica y de los problemas de los pacientes. No debe olvidarse precisamente eso, su rol de herramienta. Debe evitarse elevarla al fanatismo de creer que para cada situación hay una respuesta y que es posible eliminar la incertidumbre. Esta sensación de omnipotencia puede convertir nuestra ignorancia en una peligrosa arma contra la salud de nuestros pacientes.
El empuje magnífico de la ciencia condujo a la paradoja de la cosificación del ser humano, el entronizamiento de lo material y la aplicación automática del resultado de aquella investigación, dejando de lado otros aspectos que hacen a la salud en un sentido integral.
Un análisis de la realidad nos indica que muchas respuestas para la salud de la población no están en la investigación científica. Las condiciones de indigencia y pobreza, las dificultades para acceder a una cobertura sanitaria equitativa, son clara prueba de ello. Más aún, la búsqueda de respuesta en la medicina alternativa y las quejas contra el sistema de salud pueden reflejar que los médicos olvidamos aspectos esenciales para nuestros pacientes. La mejor respuesta de las ciencias no es tal si no se enmarca en las preferencias de quien recibe los cuidados.
Los médicos estamos sometidos a múltiples presiones, el desarrollo académico, los deseos de los pacientes y las exigencias de un mundo con recursos estrechos, pero con una expectativa ilimitada de respuesta. En este contexto, puede resultar confuso el rol de las publicaciones médicas locales. Un estudio sobre la investigación en América Latina publicado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS)mostró que se ha registrado una disminución del peso del área de salud como campo de aplicación en la Argentina, tanto en forma absoluta como relativa, en los últimos 30 años. Hay varios prestigiosos editores internacionales que descreen de la posibilidad de hallazgos científicos de relevancia en las publicaciones de países como el nuestro, promoviendo el desarrollo de programas asistencialistas en su reemplazo. La caída en el número de publicaciones locales y de su impacto en el concierto internacional también atenta con el estímulo para autores locales.
La presión curricular lleva a que los profesionales traten de publicar los resultados de sus investigaciones en revistas extranjeras. Esto deja a las publicaciones locales en una clara desventaja. Más aún, si sumamos las dificultades que estas publicaciones atraviesan, lo que demora la revisión de trabajos y la dificultad para conseguir revisores en una tarea exenta de remuneración y de reconocimiento curricular o académico.
Sin embargo, esto nos aleja más de conocer lo que ocurre en la población bajo nuestro cuidado, debiendo guiar nuestras decisiones por la información generada a partir de poblaciones cultural y socialmente diferentes a las nuestras.
Esto hace que debamos cuestionarnos si esa “verdad” científica que utilizamos para basar nuestras decisiones es una “verdad” válida. Es necesaria una alta cuota de espíritu crítico y de percepción de la realidad para ajustarla a nuestras necesidades.
Queda para cada médico, la delicada combinación de tomar de la ciencia lo mejor que la investigación le puede aportar, no sin pesar el valor exacto de esos resultados y aplicarlo en el contexto de las necesidades, preferencias, valores y sentimientos de los pacientes a su cargo.
Queda para los decisores analizar los problemas de las poblaciones tomando el compromiso de encontrar las herramientas más adecuadas para garantizar su participación y la expresión de sus deseos. No basta con conocer las poblaciones a través de la epidemiología, sino que es necesaria la búsqueda de abordajes que contribuyan a entender su compartimiento y sus necesidades. Sólo en este contexto la asignación de recursos, escasos y limitados, representará lo mejor para esa población.
La educación permanente de los agentes de salud debe orientarse a adquirir estas habilidades que les permitan un fuerte sentido crítico y una mentalidad abierta al cambio, así como un aprendizaje en el manejo de la incertidumbre. Idealmente este camino debe empezar desde la formación de pregrado.
Queda para los editores de las revistas la tarea de estimular la comunicación de resultados locales y promover la búsqueda de respuestas a nuestros problemas a través de la comunicación entre pares.
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