Este Congreso
Resumen
Es la segunda vez que se me concede el honor de presidir un congreso médico en Bahía Blanca, ciudad en la cual nací, nacieron mis hijos, y desarrollé la mayor parte de mi carrera profesional.
La primera vez fue en 1992, en ocasión de un Congreso Nacional de Medicina Interna. Dije en ese momento que me complacía haber contraído el compromiso, entre otras cosas porque la ciudad merecía ser la sede de reuniones médicas importantes: por el nivel de su medicina, por sus hospitales, por su universidad.
Me toca ahora intervenir en el Primer Congreso de la Salud de Bahía Blanca. Hay nuevamente motivos de satisfacción: en primer lugar porque abarca, o pretende abarcar, absolutamente todas las actividades relacionadas con la salud; en segundo lugar porque la iniciativa vino, como debe ser, “desde abajo”: fue propuesto por los Comités de Docencia e Investigación de todos los centros asistenciales de la ciudad para unir esfuerzos y fundir en un solo acontecimiento las actividades que se venían desarrollando en cada uno de ellos; y finalmente porque invita cordialmente a todos aquellos colegas que, residan o no en la ciudad, quieran compartir, colaborar, enseñar y aprender con nosotros.
Se trata entonces de un proyecto amplio y solidario, de una unión de esfuerzos para su bien común relacionado, en este caso, con la salud humana. En estos momentos en que a veces parece difícil construir lazos de solidaridad, o al menos de convivencia entre personas e instituciones, conocen ustedes algo que Argentina esté necesitando más que proyectos compartidos en pos de objetivos éticos y de bien común?.
El trabajo no fue nada fácil, porque es la primera vez, porque quisiéramos invitar a todos, hacerlo en un ambiente apropiado y cómodo, y por las condiciones económicas del país, durísimas aún para quienes estamos acostumbrados a las crónicas penurias nacionales. Pero ver trabajar a un grupo de jóvenes contra viento y marea, y contar más de trescientos trabajos, producto de gente que quiere estudiar y progresar, ha resultado para mi mucho más que satisfacción personal: me renueva la esperanza y la confianza en los destinos de nuestro país.
Permítanme solamente citar un consejo de Don Santiago Ramón y Cajal a los españoles, que bien se puede aplicar a los argentinos: “combatamos al extranjero con ideas, con hechos nuevos, con invenciones originales y útiles. Y cuando los hombres de las naciones más civilizadas no puedan discurrir ni hablar en materias filosóficas, científicas, literarias o industriales sin tropezar a cada paso con expresiones o conceptos nuestros, la defensa de Ia patria llegará a ser cosa superflua; su honor, su poderío y su prestigio estarán firmemente garantizados, porque nadie atropella lo que ama, ni insulta o menosprecia lo que admira y respeta”.
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