Algo sobre el lenguaje médico

Resumen

Obviamente, uno habla para que lo escuchen y escribe para que lo lean. Sería muy lindo que los hombres habláramos (y escribiéramos) solamente cuando tenemos algo que decir; esto es particularmente relevante en ciencia, pero por desgracia no se cumple siempre.
Cuando un médico ha reflexionado y decidido honestamente que tiene algo interesante que comunicar a sus colegas, está muy bien que lo haga. Un escrito científico que cumple con esta condición básica ha nacido bien, pero esto no garantiza que llene su cometido: si no es inteligible para Ia audiencia, pasará desapercibido entre la montaña de papeles que se edita minuto a minuto. Así que el autor debe adecuar su lenguaje a los potenciales interesados en su mensaje. Ahora bien, hablar de lenguaje significa hablar de estilo y también de su enfermedad más grave y universalmente difundida: la jerga. Según los especialistas, la jerga tiene varias formas clínicas. Veamos algunas:
1) terminología técnica no aclarada textualmente: “Holter” y “BUN” tienen significado en una publicación para expertos, pero deben ser explicados a una audiencia más general.
2) expresiones esotéricas, extranjerismos: “restless legs”, “follow up”, “dip-plateau” son extrañas y hasta molestas para los no iniciados; “chequeo” y “monitoreo” no son palabras castellanas.
3) verbosidad, retórica excesiva. Esta es Ia forma más frecuente, peligrosa y difícil de tratar. Si alguien que quiere decir “ayer llovió mucho” se entusiasma y lo reemplaza por “se registraron abundantes precipitaciones en la fecha de la víspera”, no puede esperar (por lo menos en el campo de la ciencia) que sus escritos sean digeribles.
Estilo conciso y claro es una fórmula casi infalible para que un mensaje llegue a destino. Si cada autor revisa su redacción con cuidado, una y otra vez, verá con sorpresa cómo cada lectura sucesiva sirve para pulir defectos. Tal cual un es cultor que da los últimos toques a su obra. Los lectores, agradecidos, y los edito res (como el suscripto), también.